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domingo, 10 de abril de 2016

Por la ADICCIÓN AL CELULAR, más gente admite que se volvió irrespetuosa





Surge de una encuesta.  Los expertos hablan del “SÍNDROME DE LA CABEZA GACHA".

Los estadounidenses ya le pusieron nombre, como a todos los fenómenos sociales de la época. Se bautizó “phubbing” a la acción de interponer el smartphone mientras se conversa con otra persona. La palabra surge de la unión entre phone (teléfono) y snubbing (menospreciar). Acá, una encuesta a 1.000 personas mayores de 16 años de todo el país reveló que 8 de cada 10 argentinos están de acuerdo con que hay un mal uso del celular en términos de respeto hacia las personas de alrededor. Pero 4 de cada 10 señalan que aunque “sus hábitos son cuestionables”, no los cambiarán porque “nadie lo hace”. El telefonito conectado a Internet todo el día soluciona la vida, ayuda a ahorrar tiempo, pero también nos pone en “modo maleducado”.

“Es un tema que se ve en todos los países de Occidente. Yo lo denomino Síndrome de la Cabeza Gacha. Y ni siquiera durante una charla, se toma el recaudo de decir: ‘Disculpame, tengo un mensaje urgente, lo contesto y seguimos’”, se molesta Edith Cortelezzi, especialista en protocolo y autora del libro “Buenos modales, buenos negocios”. Avanza:La tecnología hizo olvidar reglas básicas de cortesía, como mirar a los ojos a quien nos habla”. 

La encuesta que llevó adelante el Centro De Investigaciones Sociales (CIS) Voices! y la Fundación UADE puso en números otros hábitos. Un 37% de los entrevistados baja la mirada y usa el celular mientras está compartiendo una comida o café; un 36% admite que lo hace al mismo tiempo que conversa con alguien. Por otra parte, un 32% usa el telefonito mientras recibe atención en un local o mostrador. El balance trepa a 5 de cada 10 si solamente se toman en cuenta las respuestas de los menores de 30 años. 

¿La manera de usar el smartphone dice más de las sociedades en que vivimos de lo que parece? Tal vez, la cortesía ya no interese demasiado. Norbert Elías, sociólogo alemán del siglo XX, explicaba que la insistencia en ciertas manifestaciones en apariencia insignificantes, como las relaciones que mantienen los comensales durante una cena, son las que revelan con mayor claridad aspectos permanentes de la estructura social. 

“La irrupción de nuevas tecnologías que son adoptadas masivamente modifica hábitos y prácticas sociales irremediablemente. Las interacciones sociales cara a cara compiten hoy con las virtuales”, analiza Andrés Cuesta, director de Investigación y Extensión de UADE. Matiza: “Es probable que algunos comportamientos que hoy nos parecen descorteses, en algún momento más adelante sean considerados aceptables. Aunque priorizar la interacción con quien tenemos enfrente, seguramente tenderá a ser una norma que difícilmente se modifique”. 

De todos modos, la investigación deja en evidencia una tendencia en ese sentido. Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices!: “Si bien la población es consciente de que se hace un mal uso del celular en términos de respeto a los otros, hay resistencia a cambiar”.

Cortelezzi pone como ejemplo un video que se viralizó en Internet en el que un abuelo recibe a su familia, pero casi nadie le habla y todos están, mientras cenan, absorbidos por su celulares. “La gente lo toma como algo normal, pero cuando le toca en carne propia, se molesta, no le gusta. Eso indica que el fastidio sigue existiendo y que la regla de respeto sigue teniendo sentido. A nadie le gusta estar contándole algo importante a un amigo, a un familiar o a un jefe, y que este prefiera destinarle mayor atención al celular o a los mensajes que recibe”, señala.

Para la experta en protocolo, las reglas de comportamiento tienen una utilidad incomparable. “Si soy amable, logro empatía, y el otro va a responder mejor a mis pedidos. Por ejemplo, en una entrevista de trabajo, siempre se recuerda al que se distinguió por sus buenos modales. Lo mismo se aplica si quiero que me ayuden con un trámite”.

La encuesta revela que el cine y el teatro todavía mantienen un espacio de prudencia. Solamente 1 de cada 10 entrevistados admite que deja sonar el celular o lo atiende con la función en marcha. Está claro, en ese contexto, el bullying de los otros espectadores puede ser inmediato.
La obsesión por estar en todo a través del celular y no quedarse afuera también puede poner en riesgo la seguridad. Según el trabajo, un cuarto de los encuestados reconoce que manda mensajes por el smartphone mientras cruza la calle; 1 de cada 10, que lo hace aun cuando maneja el auto. En esos casos, de la descortesía se puede pasar al accidente. 

En protocolo, recomiendan no dejar el celular en la mesa, lo cual implicaría avisar que la conversación no será tan privada, ni tan importante. Y si hay que contestar un llamado urgente, pedir disculpas y apartarse unos segundos. Habrá que hacer el esfuerzo, porque es verdad: el magnetismo de las pantallas parece irresistible.

© Ezequiel Viéitez