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viernes, 10 de enero de 2020

El verdadero inventor del teléfono y murió solo y en la pobreza (La triste historia de Antonio Meucci un inmigrante italiano)




Durante años el invento del teléfono estuvo ligado al nombre del escocés Alexander Graham Bell. Y pocos saben que el verdadero padre de la criatura fue un italiano llamado Antonio Meucci, que sufrió en carne propia los sinsabores de ser pobre e inmigrante en los Estados Unidos, país que lo reconocería un siglo más tarde
En el comienzo de la película El Padrino 3, un mafioso en ascenso, llamado Joey Zasa, le presenta sus respetos a Michael Corleone, a esta altura un consumado Padrino.
-La Asociación Meucci lo ha elegido el hombre italoamericano del año - le dice Zasa mientras le acerca una pesada plaqueta de metal.
-Meucci…¿quién es Meucci…? - pregunta Corleone, luego de sopesar el obsequio.
-El italoamericano que invento el teléfono; fue un año antes que Alexander Graham Bell -responde Zasa.
Era cierto, aunque había sido mucho más que un año antes.
Un italiano en Cuba
En Italia, los carbonarios eran miembros de una sociedad secreta que había surgido en Nápoles como reacción a la ocupación napoleónica. Su exitosa participación en la revolución de 1830 de Francia que llevó al poder al rey liberal Luis Felipe I los animó a hacer lo mismo en Italia, pero la suerte les fue adversa. Uno de los miembros que decidió emigrar, luego de haber estado un tiempo detenido, era un joven llamado Antonio Santi Giuseppe Meucci, un ingeniero químico e industrial, que trabajaba en el Teatro della Pérgola, y que era conocido por las innovaciones técnicas que salían de su cabeza. Un ejemplo de ello fue el “teléfono acústico” (como los tubos que usan aún los barcos) que Meucci instaló para comunicarse desde el escenario a los techos a fin de cambiar las escenas
Había nacido en Florencia el 13 de abril de 1808. Con su esposa María Ester Mochi, una vestuarista que había conocido en su trabajo del teatro, viajaron a Cuba. En octubre de 1835 ya estaban viviendo en La Habana y encontró trabajo en el Gran Teatro Tacón, inaugurado en 1838.
En la isla, dio rienda suelta a su inventiva. Desarrolló una novedosa terapia para tratar las migrañas y la artritis, usando electroshocks. Los ensayos realizados a partir de impulsos eléctricos lo llevó a preguntarse por 1849 -cuando Graham Bell era un niño de dos años que vivía en Escocia- de poder transmitir sonidos.
El 1 de mayo de 1850 llegó a la ciudad de Nueva York, de la que no se iría nunca más. Se contactó con otros refugiados e inmigrantes italianos, los que se ayudaban unos con otros. Invitó a vivir a su casa a Giuseppe Garibaldi, quien se alojaba en el Hotel Pavilion junto a su ayudante P. Bovi Campeggi. El héroe de la que sería la unificación italiana, vivió 18 meses con Meucci en Clifon, Staten Island y lo ayudó en la fabricación de otro de los inventos patentado por el italiano: la de las velas de parafina, que son las que se usan en la actualidad, en lugar de las de sebo.
El teletrófono
Mientras tanto, Meucci continuó con el desarrollo de lo que llamaría el teletrófono. Su esposa, que padecía un grave reumatismo que la mantenía postrada, lo llevó a idear una forma de comunicarse con ella, desde su taller de la planta baja a la habitación del segundo piso donde estaba su esposa. Así nacería el teléfono.
Para iniciar una llamada, había ideado un hilo que corría junto al cable y tirando del mismo, hacía sonar una campanilla. Luego, en 1858 la campanilla la cambiaría por impulsos telegráficos.
El aparato no funcionaba con electricidad, sino que en punto medio del cable, Meucci había colocado un hierro magnetizado dentro de una bobina, con lo que demostró que era un buen conductor de sonido.
Fue el diario de la colectividad italiana, L’Eco d’ Italia el que publicó la noticia de su descubrimiento. Hizo una demostración con sus conciudadanos, y todos pudieron escuchar la voz de un cantante. Hasta llegaría a transmitir a otro aparato ubicado a una milla de distancia.Pero rápidamente comprobó que tendría por delante un arduo camino.
Robos y engaños
Su compatriota Enrico Bendelari se llevó a Italia un prototipo del aparato junto con algunos planos, con el propósito de que un inversor de aquel país se entusiasmase y pusiera los fondos necesarios. Con el tiempo Bendelari le respondería que nadie se había detenido a estudiar su invento cuando todos estaban ocupados en las guerras de la unificación.
La cuestión era que Meucci no tenía el dinero suficiente para patentarlo. Lo había invertido en el registro de las velas de parafina y en un filtro para el agua. El negocio de las velas no era floreciente y había intentado, sin éxito, fabricar pianos y luego elaborar cerveza. Para registrar el teléfono, disponía de solo 10 dólares para abonar una renovación de una suerte de inscripción provisoria, cosa que hizo entre 1871 y 1873.
En la búsqueda de inversores, se entrevistó con un directivo de la Western Union Telegraph. Luego de dilatar por dos años una respuesta, le comunicaron que los técnicos no habían podido hacer funcionar dicho invento. Cuando Meucci pidió que le devolviesen el material, le contestaron que no podían hacerlo porque lo habían extraviado luego de haber pasado por muchas manos.
Aparece Bell con el teléfono
El 30 de julio de 1871, cuando regresaba de Manhattan a Staten Island en el ferry Westerfield II, estalló la caldera. Murieron en el acto 66 pasajeros y hubo un centenar de heridos, entre ellos Meucci, quien debió pasar tres meses internado.
Su esposa Ester, desesperada por la falta de dinero, vendió planos y prototipos a una casa de empeño por un total de 6 dólares. Cuando quisieron ir a rescatarlos, ya los habían comprado un desconocido.
Pero lo peor aún no había llegado. En 1876 Alexander Graham Bell registró un invento, que no era idéntico al de Meucci, pero que se llamaba igual: “telégrafo parlante”.
Meucci reclamó sin éxito en la oficina de patentes. Comprobó que la documentación que había aportado se había perdido. La justicia demostraría una connivencia de los empleados con la flamante Bell Telephone Company que el inventor escocés había fundado junto a la Western Union. Se reveló los negocios que Bell había cerrado con dicha empresa en la comercialización del teléfono.
Meucci llevó su caso a la justicia. Terminaría demandando a su propio abogado, que había sido sobornado por la Bell. El proceso judicial se dilató, por las artimañas de los abogados por empantanar el caso. Sin embargo, la justicia terminó dándole la razón a Meucci, y en enero de 1877 la patente de Bell fue anulada por fraude y falsedad.
Pero Meucci no tendría tiempo de disfrutar de su triunfo. El 18 de octubre de 1889 falleció pobre y solo. Un diario escribió que “Antonio Meucci murió en la plena creencia de la prioridad de su reclamo como el inventor del teléfono, que durante los intervalos de su enfermedad, declaró que debe ser reconocido tarde o temprano”.
Reconocimiento
Gracias a las gestiones del diputado italoamericano Vito Fosella el Consejo de la Ciudad de Nueva York, en octubre del 2000 votó por unanimidad la resolución 1566, en la que instaba al Congreso de los Estados Unidos a “reconocer la primacía de Antonio Meucci en la invención del teléfono y declarar su reivindicación moral por este gran logro al servicio de la ciencia y de toda la humanidad”.
En junio de 2002 el Congreso votó que Meucci era el inventor del teléfono, que lo había hecho en 1860. Luego de más de un siglo, se había hecho justicia.
En la actualidad la casa de Meucci es un museo. En esto también debió ceder protagonismo: es el Garibaldi-Meucci Museum, ya que evoca no solo al inventor, sino al héroe de la unificación italiana que había habitado esa casa en los años de combatiente errante por el continente americano.
Fuentes: The Garibilda-Meucci Museum – Staten Island – New York / Dizionario biográfico Treccani

jueves, 6 de agosto de 2015

Graham Bell: El hombre que NO inventó el teléfono






G.B. Contribuyó al desarrollo de las telecomunicaciones y a la tecnología de la aviación. Sus investigaciones le llevaron a intentar conseguir la patente del teléfono en América, obteniéndola en 1876, aunque el aparato ya había sido desarrollado anteriormente por el italiano Antonio Meucci, no siendo éste reconocido como su inventor hasta el 11 de junio de 2002.

Estudió en la Royal High School de Edimburgo, y asistió a algunas clases en la Universidad de Edimburgo y el University College londinense, pero su formación fue básicamente autodidacta.
En 1864 ocupó la plaza de residente en la Weston House Academy de Elgin, donde desarrolló sus primeros estudios sobre sonido; en 1868 trabajó como asistente de su padre en Londres, ocupando su puesto tras la marcha de éste a América. La repentina muerte de su hermano mayor a causa de la tuberculosis, enfermedad que también había terminado con la vida de su hermano menor, repercutió negativamente tanto en la salud como en el estado de ánimo de Bell.

En estas circunstancias, en 1870 se trasladó a una localidad cercana a Brantford (Canadá) junto al resto de su familia, donde pronto su estado comenzó a mejorar. Un año después se instaló en Boston, donde orientó su actividad a dar a conocer el sistema de aprendizaje para sordos ideado por su padre, recogido en la obra Visible Speech (1866). Los espectaculares resultados de su trabajo pronto le granjearon una bien merecida reputación, recibiendo ofertas para dar diversas conferencias, y en 1873 fue nombrado profesor de fisiología vocal en la Universidad de Boston.

En esta época, con la entusiasta colaboración del joven mecánico Thomas Watson y el patrocinio de los padres de George Sanders y Mabel Hubbard (con quien se acabaría casando el año 1877), dos estudiantes sordos que habían recibido clases de Bell, diseñó un aparato para interconvertir el sonido en impulsos eléctricos. El invento, denominado teléfono, fue inscrito en el registro de patentes estadounidense en 1876.

Muchos otros inventos ocuparon gran parte de la vida de Bell, entre ellos, la construcción del hidroala y los estudios de aeronáutica. En 1888, Alexander Graham Bell fue uno de los fundadores de la National Geographic Society y el 7 de enero de 1898, asumió la presidencia de dicha institución.
En 1880, recibió el premio Volta. El dinero obtenido con este premio lo invirtió en el desarrollo de un nuevo proyecto, el grafófono, en colaboración con Charles Sumner Tainter, uno de los primeros sistemas de grabación de sonidos conocido. Tras su muerte, acaecida en 1922, dejó como herencia dieciocho patentes a su nombre y doce más con sus colaboradores.

Sin embargo, Graham Bell no inventó el telefóno. En 1860 el inventor italiano Antonio Meucci (Florencia, 13 de abril de 1808 – Nueva York, 18 de octubre de 1889)   saca a la luz su invento, el “teletrófono”. En una demostración pública, la voz de un cantante se trasmitió a una considerable distancia. La prensa italiana de Nueva York publica una descripción del invento y un tal Sr. Bendelari se lleva a Italia un prototipo y documentación para producirlo allí, pero no se vuelve a saber de él, como tampoco se materializa ninguna de las ofertas que surgen tras la demostración. Consciente de que alguien puede robarle la patente, pero incapaz de reunir los 250$ que cuesta la patente definitiva, tiene que conformarse con un trámite preliminar de presentación de documentación que registra el 28 de diciembre de 1871 y que puede permitirse renovar sólo en 1872 y 1873.

En cuanto tiene el acuse de recibo de Patentes, vuelve a empeñarse en demostrar el potencial de su invento. Para ello, ofrece una demostración del telégrafo parlante a un empresario llamado Edward B. Grant, vicepresidente de una filial de la Western Unión Telegraph Company. Cada vez que Meucci trataba de avanzar, se le decía que no había hueco para su demostración, así que a los dos años, Meucci pidió que le devolvieran su material, a lo que le contestaron que se había perdido.

En 1876, Alexander Graham Bell registró una patente que realmente no describe el teléfono pero lo refiere como tal. Cuando Meucci se enteró, pidió a su abogado que reclamara ante la oficina de patentes de los Estados Unidos en Washington, algo que nunca sucedió. Sin embargo, un amigo que tenía contactos en Washington, se enteró de que toda la documentación referente al telégrafo parlante registrada por Meucci se había perdido. Una investigación posterior puso en evidencia un delito de prevaricación por parte de algunos empleados de la oficina de patentes con la compañía de Bell. En un litigio posterior entre Bell y Western Unión, afloró que existía un acuerdo por el cual Bell pagaría a la Western Union un 20% de los beneficios derivados de la comercialización de su invento durante 17 años.

En el proceso legal de 1886, Meucci tuvo que lidiar, incluso contra sus propios abogados, presionados por el poderoso Bell, pero Meucci supo hacer entender al juez que no cabía duda en cuanto a la autoría del invento registrado. A pesar de la declaración pública del entonces Secretario de Estado: “existen suficientes pruebas para dar prioridad a Meucci en la invención del teléfono”. A pesar de que el gobierno de Estados Unidos inició acciones legales por fraude contra la patente de Bell, el proceso embarrancó en el arenal de los recursos por los abogados de Bell, hasta cerrarse a la muerte de Meucci en 1889.

Meucci falleció pobre y amargado y jamás vio la gloria y el reconocimiento de su talento, el cual chocó con su escaso conocimiento del inglés y su poca desenvoltura ante las artimañas legales y los ingentes intereses económicos de las grandes corporaciones de Estados Unidos.


El 11 de junio de 2002, el Boletín Oficial de la Cámara de Representantes de los EE.UU. publica la Resolución Nº269 por la que se honra la vida y el trabajo de inventor italoamericano. En la misma se reconoce que fue más bien Meucci antes que Graham Bell quien puede haber sido el inventor del teléfono. Reconoce además que demostró y publicó su invento en 1860 y concluye con un reconocimiento a su autoría en dicha invención.

https://ahombrosdegigantescienciaytecnologia.wordpress.com/2015/08/02/el-hombre-que-no-invento-el-telefono-graham-bell/